A los oídos de la Embajada de Estados Unidos: ¡Basta ya de violencia!
Para los sucesivos gobiernos de Estados Unidos,
no se ha dudado en lanzarse a guerras injustas de dominación. No importa el
número de muertos de otros pueblos (150,000 en pocos minutos con las bombas
atómicas en Hiroshima y Nagasaki; millones en Vietnam; y cientos de miles en países
árabes) y tampoco el número de muertos estadounidenses, primero en la guerra y
luego con homicidios y suicidios en casa. Lo importante es garantizarse las
inversiones y ganancias, el acceso a los recursos mundiales y la obstrucción de
procesos nacionalistas en otras regiones. A esto le decimos: ¡Basta ya! Particularmente,
en pleno siglo XXI, el acoso de Obama a Venezuela es arrogante y estúpido. De
continuar, forzará en Latinoamérica la decisión que antes contenía el Himno
Nacional guatemalteco: “tinta en sangre tu hermosa bandera, a vencer o morir
llamará”. Es injusto que la región tenga que llamar, nuevamente, a que sus
ciudadanos entre 15 y 60 estén listos a enfrentar la invasión extranjera. Cualquier profundización del acoso a
Venezuela desestabilizará la región, y al propio Estados Unidos. Los millones
de hispanos en ese país no se quedarán de brazos cruzados: no a la intervención
en nuestros países.
Estados Unidos puede hacer mucho más en el plano
diplomático, político y económico, como hizo al final del proceso de
negociaciones por la paz en Guatemala. Por ahora, ha hecho lo correcto al
ofrecer un millardo de dólares para Centroamérica, dándose cuenta, finalmente,
que solamente el “muro del desarrollo” podrá desacelerar el flujo migratorio.
El programa tendrá que ser vigilado por las sociedades civiles de
Centroamérica, incluidos las y los migrantes, para evitar que se convierta en
otra medida represiva, que simplemente corra la frontera sur de Estados Unidos
hasta Nicaragua o sea fuente de corrupción. También ha hecho bien el
Vicepresidente Biden en limitarse a “aconsejar” que continúe la CICIG, ya que
sería un error “imponer” esa sugerencia. De igual manera, ante los brutales
asesinatos del día 10 –la muerte de los periodistas Danilo López y Federico
Salazar y el ataque enfrente del Hospital San Juan de Dios-- también debería Washington “aconsejar” la
renuncia o destitución del Ministro de Gobernación y propiciar fórmulas
inteligentes para enfrentar la violencia criminal y política. Sí debiera
utilizar Estados Unidos medidas contra
quienes toman las decisiones represivas que llevan al crimen de dirigentes del
movimiento social y político (empresas y sectores de poder). Contra la
violencia criminal, mucho se podría lograr buscando acuerdos de interés
nacional –no sólo de interés estadounidense--
con las organizaciones narcotraficantes y las maras, que lleven al alto
al fuego. El Arzobispado, la USAC y la PDH pueden ponerse al frente y lograr,
como mínimo, el cese de ataques durante el proceso electoral. La población está
harta de la violencia y tiene todo el derecho de encaminar su ira contra Pérez
y el Patriota. No se puede esperar más a que llegue la seguridad pública que la
“mano dura” no pudo brindar. El tiempo se agota.
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