Día Internacional de la Mujer:
La necesidad de confrontar la explotación que el capitalismo
hace de la Mujer
En esta fecha rendimos homenaje a las mujeres que
desempeñan bien y comprometidamente sus funciones indispensables en todas las
esferas de la vida y del trabajo. Si bien mundialmente ha habido avances en la
situación de las mujeres, aún queda
mucho por hacer para lograr la equidad de género. Más todavía en
Guatemala, que es castigada por flagelos como la discriminación, el feminicidio
y la violencia física y verbal, producto de una sociedad machista y patriarcal.
Algunas sociedades han evolucionado positivamente, aunque las conclusiones
recientes de ONU Mujer señalan todavía la necesidad de seguir
transformando las situaciones en muchos
países, porque aún se está lejos de una efectiva paridad y la necesaria equidad
de género.
En el
plano mundial, el capitalismo, sistema económico casi universal, ha mantenido a
la Mujer en condición casi feudal. Es cierto que muchas mujeres tienen hoy
acceso a la educación y al trabajo, calificado o no; pero jamás se ha
reconocido el valor económico que tienen las horas de trabajo de la Mujer en el
hogar. Morada y alimentación es el supuesto pago por la dedicación exclusiva de
las amas de casa a su desempeño a tiempo completo a la educación de sus hijos,
a la alimentación de la familia, a las compras “para la casa”, a ser niñera y
lavandera y a “atender el hogar”. Eso es una relación feudal. Recordemos que en
el Manifiesto Comunista Marx y Engels manifestaron: “La burguesía ha despojado
de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por
venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote,
al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores
asalariados…La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo
que encubría las relaciones familiares, y las ha reducido a simples relaciones
de dinero”. Al ejercicio de todas las profesiones y el desempeño de todas las
tareas laborales se les mide con dinero, menos a los billones de horas diarias
que las mujeres dedican a las labores domésticas. Ni el capitalismo ni el
“socialismo real”, pese a las apreciaciones marxistas, han reconocido que a
cada hora de trabajo en casa se le debiese aplicar un valor económico. Por cada
trabajador explotado hay una mujer en casa que también lo es y hasta son
explotadas también las mujeres de los ricos, empresarios y profesionales. Si a
ese monumental esfuerzo laboral se le diera su valor, la economía mundial se
pondría de cabeza. Sería un impacto global; pero justo.El socialismo real atrajo a las mujeres al campo del trabajo, otorgándoles igualdad de género en cuanto a “trabajadores”; pero no reconoció adecuadamente el trabajo adicional prestado por estos millones de trabajadoras en sus casas, trabajo que los hombres nunca se vieron obligados a prestar, salvo los pocos “hombres nuevos” que surgieron esporádicamente. El capitalismo, más bien, se las ingenió para ir explotando más a las mujeres al hacer imposible que el salario de los hombres alcanzara para sostener a una familia. Al principio no fue así, cuando las dos Guerras Mundiales exigieron el trabajo femenino mientras los hombres de ambos bandos participaban en su mutua destrucción; pero, posteriormente, al desplomarse la capacidad adquisitiva del salario, las trabajadoras debieron pasar a ejercer dos tiempos completos: en el empleo y en la casa. Y peor aún, a la mujer se le discrimina con un salario más bajo que el del hombre por el mismo trabajo. Se da todavía en Estados Unidos, y aún en su sistema universitario, en donde las Profesoras ganan menos que los Profesores, así como en la mayoría de los países. En Chile está en marcha la legislación para que en dos años se equiparen los salarios entre hombres y mujeres; no en balde la Sra. Bachelet fue la Directora General de ONU Mujer.
Es justo reconocer que la equidad de género ha sido buscada insistentemente por la social democracia. Al otorgar privilegios particulares para respetar los derechos de la Mujer y sus derechos sexuales y reproductivos, estas sociedades han valorizado las contribuciones extraordinarias proporcionadas por las mujeres. Sin embargo, aún ahí debe continuarse con las luchas y esfuerzos por la equidad real de género y la eliminación de toda discriminación.
Tendrá que darse la revolución en el trabajo por las mujeres, incluidos cambios sustanciales en los países social demócratas, para lo cual cuentan con el instrumento empleado en la Grecia antigua para acabar con las guerras. Mientras tanto, sin embargo, en el caso de Guatemala, debemos exigir el cese de la discriminación de género; educación gratuita, universal y de calidad para las mujeres y para los hombres, quitando de estos el lastre del machismo; alto a la violencia sexual y de cualquier otro tipo; y la erradicación inmediata del feminicidio. Para ello, se deben abrir más y más las oportunidades de participación política de la Mujer, por medio de cuotas mínimas, de ser necesario, sin que por ello dejen de rendir cuentas a los electores. Es cierto que hay mujeres que han dado un ejemplo terrible de ambición y abuso de poder, como las que aparecen de la mano de los partidos en el gobierno; pero hay miles de mujeres capaces y comprometidas que han asumido la conducción de los movimientos sociales y populares ante la incapacidad o imposibilidad de los hombres de brindar el necesario liderazgo. Ahora es tiempo de que hombres y mujeres participemos por igual, tanto en la sociedad, como en las responsabilidades del hogar.
Niñas, jovencitas adolescentes, mujeres maduras de todas las edades, el siglo XXI es la época de su emergencia y de ayudar a la Humanidad a volver a ser humana. Su defensa de la vida y su inagotable energía para marchar siempre hacia adelante les da el derecho de lanzarse a rescatar el mundo. El capitalismo tendrá que moverse en dirección a la social democracia o, si no, ser arrasado por las revoluciones de mujeres y de los pueblos indígenas.
Comité Ejecutivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG
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