Cápsula informativa 118-15
Sobre el voto nulo y la abstención
En días recientes, varias
personas han venido insistiendo en la necesidad de votar nulo, en blanco o
abstenerse de participar en las elecciones, como forma enérgica de rechazar la
farsa electoral. Aunque las tres modalidades expresan adecuadamente nuestra
indignación y oposición, es evidente que no contribuyen a depurar el sistema
político imperante. Al no ser el voto nulo vinculante, se queda en opinión, muy
importante, pero sin afectar los resultados para binomio presidencial, Congreso
y otros cargos. Los pocos votantes que los partidos podrían conseguir --vía
proselitismo, promesas, regalos y amenazas—les serían suficientes para definir
la segunda ronda para presidente y vicepresidente y la composición del Poder
Legislativo. De manera que la definición final para la presidencia quedaría,
supuestamente, entre Baldizón, Torres y Pérez (Jimmy), ninguno de los cuales es
aceptable, y el Congreso tendría bancadas mayoritarias de los partidos de los
tres, muchos reelectos del Congreso actual y totalmente desprestigiados. De
manera que la abstención y el voto nulo no resuelven la crisis política. Mucho
menos la resolverían los llamamientos a votar por candidatos específicos, ya
que no existen suficientes candidatos aceptables ni caudales electorales que
les apoyen. De manera que no tenemos opción, si hemos de cambiar el sistema
político y depurar el Estado, que detener las elecciones. Los votos nulos
convalidan el proceso, aunque lo critiquen, y la abstención sencillamente no
cuenta.
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